Lexicografía Norteña / Columna de opinión
Por: Juan Castañeda Murga
El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo registra en su crónica en 1526 la palabra chaquira cuando habla de los indígenas de Panamá, refiriéndose a ella como una “cuentecica”. Según la antropóloga Naomi Rattunde el término proviene de la lengua cueva, una de las que se hablaba en el Istmo y los españoles la incorporaron a su léxico, distribuyéndola desde México hasta el Río de la Plata.
Hay abundantes referencias de los cronistas del Perú del uso de estas cuentas por los indígenas como parte de su atuendo y coinciden en señalar que se fabricaban de concha o de hueso, así como también de metales como oro y plata.
El término chaquira estaba plenamente difundido incluso entre la población indígena apenas treinta años después de la conquista. En 1565 Diego Islla Ep, indio del pueblo de Yalpa, valle de Chicama, denunció a unos africanos que le habían llevado de su casa ropa, hilo algodón, y “chaquiras de hueso” que pertenecían a su mujer. En otro caso, don Pedro Payempo, principal de los indios chicheros de Lambayeque, en 1566 pidió al visitador Gregorio González Cuenca que le dejase preparar chicha para su venta e intercambio por “lana, chaquira y otras cosas”. En 1611, Francisca Pérez, indígena de Cajamarca, declaró en su testamento tener unas “chaquiras de brazalete”,
Los españoles extendieron el término chaquira para las cuentas y abalorios procedentes del Viejo Mundo. En 1562 Elvira de Sepúlveda, llevó como parte de su dote a su futuro esposo entre muchas cosas “una poma de oro con diez vueltas de chaquira”. En 1576, Francisco de Ojalvo, zapatero español radicado en Trujillo, se comprometió a pagar 136 pesos a un mercader, por unas cosas y entre ellas figuraban “cierta chaquira”. En 1722 Isabel de Aranda, vecina trujillana, declaró en su testamento tener un rosarito de chaquiras negras.
Desdeñadas por los huaqueros, quienes las dejaban porque preferían llevarse la cerámica fina u objetos de metal, es así que en la década de 1940 las niñas recogían las chaquiras con la finalidad de hacer collares para sus muñecas. Fue en la década del sesenta, según el historiador Jorge Zevallos Quiñones, que con la moda hippie que se desató una fiebre chaquirera para hacer collares o pulseras. Desde entonces es común ir a “chaquirear”, práctica que hacen los niños y adolescentes. El chaquirero, lleva una palana, cernidor y un pomito de vidrio en donde introduce las chaquiras que va encontrando.
Foto: Asociación Pro Pátapo